En el verano de 1886, ante la atenta mirada de Gaston Maspéro, director del Servicio de Antigüedades Egipcias, se realizó la autopsia a una momia singular, cuyo rostro había quedado contraído en un grito eterno de agonía. Fue hallada en el Valle de los Reyes, en un enterramiento sin nombre. ¿Quién era? ¿Acaso el hijo traidor de Ramsés III? ¿O un príncipe hitita? Ahora, el trabajo de los forenses arroja nueva luz sobre el personaje a quien se conoce como “Hombre E”.