La de Frankie Heck es una familia de libro: tiene un hijo adolescente que se pasa el día en su cuarto y cuando se pasea lo hace sin camiseta ni pantalones; una hija que es un desastre en casi todo lo que intenta; y otro chico, el pequeño, que repite las últimas palabras en susurros porque le hace sentir bien. Además, intenta vender coches cuando su marido no se olvida de ir a recoger a los chicos al colegio.