Productor y director cinematográfico y televisivo estadounidense, máximo exponente del "cine de catástrofes" durante la década de 1970. Hábil empresario, pero pobre cineasta, descolló primero en el medio televisivo antes de consolidar su prestigio en la gran pantalla, sobre todo a raíz del resonante éxito comercial de sus dos más conocidas y memorables producciones, La aventura del Poseidón (Ronald Neame, 1972) y El coloso en llamas (John Guillermin, 1974), dinámicos y estimables entretenimientos, ambientados en un transatlántico y un rascacielos respectivamente, y a cuya espectacularidad sistemática y trivialidad explícita cabe sumar sus repartos estelares, haciendo frente a personajes estereotipados. En pocas palabras, películas-de-productor, en las que los nombres de realizadores tan pulcros y funcionales como Neame y Guillermin al frente de la dirección no lograban desplazar la marca del verdadero artífice del producto: Irwin Allen. Pero las cualidades del productor no acompañaban al realizador: en efecto, el trabajo de Allen como director resulta harto anodino, televisivo y estándar, sin la menor garra narrativa. Así, y dejando al margen el oficio de algunas secuencias de acción debidas a su mano en la referida La aventura del Poseidón, la filmografía de Allen como director cinematográfico se reduce a seis largos de ficción, amén de un par de documentales. Los resultados de estos filmes oscilan entre lo discreto e intrascendente (Viaje al fondo del mar, 1961) hasta lo desastroso e insufrible (Más allá del Poseidón, 1979). Entre medias podría destacarse, por la curiosidad que significa, su filme acaso menos reputado, El enjambre (1978), en su día un estrepitoso fracaso crítico-comercial, y que hoy puede verse como una muestra de la decadencia del subgénero que Allen consolidara un lustro antes.